Paleografia
Paleografía
Si atendemos a la etimología de la palabra “paleografía” veremos que el término proviene de las palabras griegas “palaios” (antiguo) y “graphos” (escritura), por lo que su sentido original, aquél que le otorgaron los primeros diplomatistas del siglo XVII para definir al estudio de las escrituras antiguas, era el de un método práctico de lectura (arte de leer) y peritaje de escrituras, que necesitaban aplicar para el estudio del contenido jurídico de una documentación medieval, cuyos derechos comenzaban a ser objeto de diversas disputas legales. Se atribuye la primera mención del término al benedictino Jean Mabillon, pionero también de la disciplina diplomática, en su obra “De re diplomatica libri sex” de 1681. Mientras que el primer tratado de la disciplina se atribuye al benedictino al benedictino francés Bernard de Montfaucon que a principios del siglo XVIII publicó “Paleographia Graeca sive de ortu et processu litterarum graecarum”.
El método paleográfico alcanzó gran popularidad como ciencia auxiliar de la historia en el siglo XIX, debido a que la historiografía positivista sentía una veneración por el documento escrito como fuente primaria. Es en esta época cuando se forman los diferentes archivos nacionales a partir de la documentación incautada por la desamortización, iniciativa en la que evidentemente fue pionera la Francia revolucionaria con sus Archives Nationales (1794) y que después siguieron los restantes países continentales, inclusive España con su Archivo Histórico Nacional (1866), y también fue destacada la apertura del Archivo Secreto Vaticano (1881). Paralelamente se abrieron escuelas que forman paleógrafos titulados como L’École des Chartes en París (1821) o la Escuela Superior de Diplomática en Madrid (1856), y se elaboraron los grandes corpora documentales como los “Monumenta Germaniae Historica”.
Hasta mediados del siglo XX no se produjo el despegue definitivo de la paleografía como ciencia independiente, para ello tuvo que superar su “pecado original” de limitarse como utilidad práctica dirigida únicamente al estudio de la escritura producida en soportes blandos (papiro, pergamino, papel...) y con una cronología antigua-medieval. Un mérito que podemos atribuir al paleógrafo Jean Mallon, que en su libro “Paléographie Romaine” (1952) resolvió la dicotomía entre soportes blandos y duros, entre la paleografía y epigrafía, al opinar que no existe ningún conflicto entre ambas disciplinas ya que ambas estudian dos aspectos diferentes de las inscripciones, mientras la epigrafía profundiza en el contenido, la paleografía se limita al hecho gráfico que se da en todos los materiales que contienen escritura. Además el mismo autor, respecto a la problemática de la cronología, señala que el termino “paleos” es muy relativo ya que lo acontecido ayer ya es historia, por lo que no tendría sentido el aplicar la palabra neografía para el estudio de escrituras modernas.
Jean Mallon era uno de los miembros de la escuela francesa, un grupo de paleógrafos que superaron la aplicación práctica de la paleografía de lectura, para iniciar lo que se conoce como paleografía de análisis. Un método descrito por Leon Gilissen que sirve para clasificar las escrituras dependiendo de sus rasgos (forma, modulo, peso, ductus y ángulo), en función de los cuales se establece una adscripción en torno a una cronología, un espacio geográfico, y un determinado producto. A partir de este análisis se teoriza sobre la historia de la escritura como un proceso evolutivo que va ligado a la historia de la humanidad, una nueva perspectiva defendida por Giorgo Cencetti y la escuela italiana.
En 1953 se crea el Comité International de Paléographie, órgano dependiente de la UNESCO, eje de la gran evolución de la disciplina en la década de los cincuenta y epicentro de los mayores avances y los debates más polémicos, inclusive los dedicados a la terminología. Su crecimiento provocó su transformación en Comité International de Paléographie Latine (1985) con la aparición de otros comités dedicados a otras grafías como el Comité International de Paléographie Grecque (1981). Aunque también tuvo su importancia la progresiva introducción de la disciplina en los planes de estudio universitarios.
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